miércoles, 1 de mayo de 2013

Lo más cerca de China en occidente


Cuanto más diverso y multicultural es un lugar, más interesante y rico. Esa es, tal vez, la mejor característica de San Francisco. Las diversas comunidades asiáticas coparon San Francisco desde mediados del siglo XIX cuando la fiebre del oro atrajo a inmigrantes de todo el mundo en busca de trabajo hasta la década del 50, cuando se prohibió el ingreso de inmigrantes chinos al país y a la ciudad. Hoy en día, cuenta con la comunidad china más grande del mundo fuera del territorio de la República Popular China, además de una gran presencia de inmigrantes vietnamitas, tailandeses y japoneses. Es mi segunda vez en la ciudad y el barrio chino no deja de parecerme una de las principales atracciones.




Los barrios chinos suelen enamorarme. 
El de San Francisco es el más grande del mundo y se nota. En algún otro momento tuve la suerte de estar para la celebración del Año nuevo chino y fue espectacular. Las calles se llenan de gente, se sirve comida en la vereda, hay desfiles con carrozas, disfraces y hasta el alcalde y personalidades de la ciudad. 




Grant St, la calle principal, está llena de negocios donde venden de todo, remeras, gatitos, accesorios para celulares, y, lo mejor, hay mercados por todos lados. Cada uno de ellos vende desde los pescados más extraños hasta sapos gigantes que la gente selecciona con mucho cuidado de un balde (de esos grandes de aceite). En mesas en la calle ofrecen las frutas tradicionales y las no tanto, a precios que son la envidia de cualquier argentino.



Esa vez también pude probar un verdadero (o lo más cercano a un verdadero) pato laqueado de Pekín, una de esas cosas que, de tener la oportunidad, recomiendo muchísimo probar. Grasoso, dulzón, tierno, y con esa capa hipercrocante que sólo permite que lo comamos con la mano, la mejor manera de disfrutarlo.



Esta vez llegué al Chinatown temprano a la mañana, muy relajada, en plan de disfrutar y sin la necesidad de correr para aprovechar el tiempo para recorrer todo. Así, un poco de casualidad y otro poco de curiosa, terminé haciendo una degustación de tés en Vital Tea Leaf, algo que nunca había hecho antes y que realmente recomiendo. La idea es algo así: uno entra, se sienta, y -completamente gratis- un experto en tés empieza a servir cualquier variedad que a uno se le ocurra y explica para qué sirve cada uno de ellos (hay miles de frascos por todos lados). Herman, el chico que nos servía, fue súper amable y se banco todas las preguntas (muchas de ellas bastante malas) de las mujeres que estaban al lado mío. 

Arrancamos con Jasmine white tea, que, según dicen, tiene propiedades antioxidantes. No soy muy amante del jazmín y tiene bastante aroma a la flor, así que no fue el que más me gustó de todos, igual, valió la pena probarlo. Después seguimos con el Angel Green Tea, un té verde desintoxicante y digestivo un poco amargo pero bueno. El Ginseng, uno de los tés chinos más conocidos, y muy bueno como energizante. De ahí pasamos a los que, particularmente, más me gustaron: el Lychee Black Tea y el Chai

El primero, como el nombre lo indica, es un té negro, de los que nos resultan más familiares en occidente (seguramente por eso me gustó más), perfumado con Lychee, una fruta tropical muy común en Asia. Tiene un sabor dulzón muy agradable y, a los que no les gusta tomar el té amargo, se puede tomar muy bien sin azúcar por el dulce natural que ya tiene.

El Chai, mucho más tradicional o conocido para nosotros, es un té negro muy especiado, con canela, clavo de olor y nuez moscada, entre otras especias de la India. Es típico de la India pero hoy ya se puede encontrar en la mayoría de los países occidentales, sobre todo gracias (sic) al comercio de Gran Bretaña con su entonces colonia. 

El último que probé (ya me estaba empezando a dar hambre) fue el Monkey Pick Tea. Esta variedad viene con historia: cuentan que hacia mediados del siglo XVIII se descubrió esta variedad y que los monjes entrenaban monos para recoger las hojas de árboles salvajes ubicados en las montañas de Wuyi en la provincia de Fujian, en China. Este "té recogido por monos" (monkey picked tea) fue presentado al emperador y, durante mucho tiempo, sólo él y la corte imperial podían disfrutarlo. Con el correr del tiempo se fue volviendo más accesible y se volvió una fuente de inspiración para poetas, artistas, filósofos y académicos. Como té, muy rico, algo distinto de lo que estamos acostumbrados.
Como era de esperar, no pude irme de este lugar sin un "recuerdito". Como fueron los que más me gustaron de la degustación, compré el Lychee Black Tea, el Chai, y una variedad que no había probado en la degustación pero que sí probé antes de comprar: té de chocolate. Me pareció una cosa bastante fuera de lo común (perdón mi ignorancia sobre tés) que valía la pena probar. Y la verdad es que es muy rico. Tiene un gusto fuerte a cacao y es bastante amargo.

Había salido temprano con toda la intención de ir a comer comida vietnamita, así que cuando me cansé de tanto té salí en la búsqueda de algún buen lugar donde comer platos típicos de este país. 
Así llegué a The Golden Flower, uno de los mejores vietnamitas de la ciudad. Ubicado en medio del barrio chino, sobre Jackson St, este lugar me llamó la atención por la cantidad de menciones en diarios locales (pegados en la vidriera del lugar). "Si los locales lo eligen, tiene que ser uno de los mejores". Así que no lo dudé. 
Sabía muy bien lo que quería comer desde antes de entrar. Cansada de ver -y envidiar- a Anthony Bourdain comiendo en Asia, lo más cerca que puedo llegar de Asia por el momento es a comer algo de comida típica en un buen barrio chino de Estados Unidos, así que fui preparada. El lugar es chiquito, con unas diez mesas, atendido por una familia de inmigrantes vietnamitas. No tiene nada de lujoso ni de moderno, es más bien modesto, sencillo. 

Me senté y después de preguntar recomendaciones a un mozo que no me entendió una palabra de lo que decía, terminé pidiendo lo que quería: Pho (algo así como Fó). El Pho es una sopa tradicional vietnamita a base de caldo hecho con anís estrellado, canela, jengibre, ajo y salsa de pescado. A eso se agregan fetas muy finitas de carne de res (puede ser pollo también) y fideos de arroz. Se acompaña por brotes de soja y hojas de spearmint (una suerte de menta oriental) y albahaca asiática, que se vuelcan en la sopa una vez servida. No acostumbro a tomar sopa cuando como afuera (tampoco lo hago mucho en casa) pero ya hace un tiempo descubrí que las sopas asiáticas (como la sopa de wan tan china) no tienen nada que ver con la sopa aburrida de fideitos que no quería comer Mafalda.
El Pho es algo para hacer y probar mil veces. El sabor del caldo, con todas sus especias, el gustito de la carne y los fideos la hacen una sopa extremadamente sabrosa y, además, llenadora. Después del Pho probé algo así como una barbacoa vietnamita, estimo que una fusión occidentalizada que, a pesar de que no estaba mal, no era nada para sorprenderse. 
Cuando salí del Barrio Chino seguí recorriendo el centro de la ciudad hacia el norte, pasando por North Beach, el "Little Italy" de San Francisco, donde, especialmente sobre la Columbus Av están todos los bares y restaurantes italianos.
 Por razones obvias, no es lo que más me atrae para ir a comer, pero también hice una parada. Más allá de que comer pizza no es nada nuevo, los lugares son MUY lindos y para nada caros. Nobleza obliga, es el único barrio italiano de Estados Unidos donde comí buenos ñoquis (al menos existían en la carta!).
Del barrio italiano pasé al barrio japonés, que en los últimos años fue perdiendo el esplendor que solía tener, pero que sigue siendo muy pintoresco. La zona está llena de restaurantes japoneses (que, de todos modos, están por toda la ciudad) y de muchos restaurantes coreanos. Estos dos lugares quedarán para el próximo post. El Chinatown de San Francisco es una experiencia en sí misma y por eso se merecía este post especial.

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