jueves, 4 de septiembre de 2014

Contraluz (Alvear Art Hotel)

Fuimos a Contraluz en el marco de la Buenos Aires Food Week 2014, por lo que optamos por el menú preparado para esa ocasión. Era la primera vez que iba al nuevo Alvear Art Hotel (de hecho, no sabía que existía) y me pareció un edificio muy lindo, moderno, sofisticado pero con mucha onda. 
Contraluz es el restaurante principal del hotel, ubicado en la planta baja, al final del larguísimo hall de entrada que comienza con la recepción. Es un restaurante de hotel, y se nota. Particularmente, aunque está muy bien decorado, la atención es muy buena, etc, lo sentí poco cálido, poco acogedor. Me gusta más cuando este tipo de propuestas dentro de los hoteles están un poquito más aisladas, uno siente que está en un restaurante y se olvida del hotel y los turistas. Pero eso es un preferencia personal muy subjetiva. 
Sin dudas el lugar es muy lindo, está muy bien decorado, es sobrio y moderno a la vez, con recursos arquitectónicos destacables (como la escalera, y la galería enorme vidriada que de día debe ser increíble). El salón es muy grande, con muchísimas mesas, pero muy poco ruidoso. A pesar de que nos tocó una mesa muy cercana a otra, y eso no fue muy cómodo, en general el lugar es tranquilo y se puede hablar muy bien. 
Al haber ido con un menú cerrado, no podría opinar sobre la carta. Sin embargo, en base a lo que probamos, sí puedo decirles que la atención por el detalle es muy notable. Cada plato muestra la gran preocupación por la estética, al punto que, a la vista, parecen verdaderas obras de arte. A mi parecer, la decoración de los platos, lo visual, se lleva todos los premios.
Algo que me gustó mucho es el uso de muchos productos tradicionales, reconfigurados en texturas y preparaciones no habituales: espumas, polvos, cremas, etc. Personalmente me genera un desafío enorme tratar de identificar sabores muy conocidos en texturas que no son las comunes, y en este caso, me pasó bastante. Está muy bien logrado. 
El servicio es muy bueno y dedicado. 

Todo comienza con un amuse-bouche (un bocadito para "entretener" al paladar hasta que llega la comida) y una copa de recepción. En este caso se trató de una "croqueta de salmón en mayonesa de cítricos" y una copa de lo que estimo era aperol spritz (muy suave y delicado, estaba muy rico!).
De entrada probamos dos de las opciones: el Huevo mollet, faina con salsa romesco y el carpaccio de fillet mignon en costra de especias y semillas con aderezo oriental. Los dos platos eran verdaderas obras de arte, especialmente el huevo. No estoy muy segura de si estaba tan rico como se veía de lindo (no porque fuera feo, sino porque se veía demasiado bien!) pero valió la pena probar. El carpaccio  me pareció muy muy rico, con sabores algo cítricos pero especiados, suave, y muy bien acompañado de una ensalada fresca.
El plato principal me sorprendió un poco menos, aunque estaba muy bien logrado. Probamos el Braseado de ternera, papines en manteca de finas hierbas, ragout de hongos y judías y los Raviolis de langostinos, lima y eneldo, en fondo de crustáceos y tomates. La ternera  apenas la probé, pero puedo dar garantías de que se deshacía al cortarla con el tenedor. El braseado estaba en su punto justo, 
Los ravioli, que fue lo que comí, eran muy ricos, la salsa estaba muy bien lograda, con un muy buen equilibrio entre el (fuerte) sabor a langostinos y un tomate ácido que lo suavizaba. La decoración, nuevamente para destacar. 
De postre, pedimos la tarta de chocolate y peras con crema helada de caramelo. Con una base de masa quebrada de chocolate, la tarta estaba rellena de peras cocidas y bañada de una ganache de chocolate amargo. Una muy buena combinación. Un postre con mucho chocolate pero nada "chocolatoso". Las peras refrescan y cortan el dulce del chocolate, mientras el helado de caramelo aporta cremosidad.
Personalmente, el lugar me gustó mucho. No es el tipo de restaurante al que voy normalmente, y creo que la Buenos Aires Food Week permite el espacio para conocer este tipo de propuestas. Vale la pena aprovecharlo. Fuera de esta semana, no se si volvería. Aunque todo estaba impecable, no me rompió la cabeza como para pagar lo que vale una cena a la carta (que, estimo, está arriba de los 500 pesos por persona con vino).


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